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 PUERRES 

CREACIÓN DEL MUNICIPIO

Puerres había pertenecido por casi tres siglos como aldea anexa a Males (actual municipio de Córdoba) por lo cual estaba sujeta territorialmente y bajo el dominio administrativo de caciques, gobernadores, escribano y doctrineros.

La creación de la parroquia eclesiástica y el establecimiento de la primera base urbana, propiamente hecha por el presbítero González de Posada, se estableció un simulacro independiente, hasta que Ipiales en 1853 se había separado de la provincia de Túquerres y conformó con las poblaciones de Ipiales, Aldana, Contadero, Córdoba, Cuaspud, Cumbal, Guachucal, Gualmatán, Iles, Potosí, Puerres, Pupiales, la Provincia de Obando. En un principio, Puerres fue aldea de la nueva provincia, pero en vista de que en 1879 J. Ramón España había sido nombrado cura interino de la viceparroquia y contando con el progreso de la población por el auge de la quina, el añil y el caucho, en 1881 por intermedio de la Ordenanza No. 3 emanada de la municipalidad de Ipiales, definitivamente se creó el nuevo distrito de Puerres, quedando Males como corregimiento. Más adelante, la Ordenanza No. 39 de 1911 eligió en distrito al corregimiento de Males que se agregó del de Puerres con la delimitación correspondiente para cada municipio.

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FORMACIÓN DEL MUNICIPIO

Las investigaciones documentales, los estudios arqueológicos y los testimonios culturales, demuestran la presencia de varios grupos humanos precolombinos en el actual departamento de Nariño. Entre estos encontramos: los Chinches, Apontes, Chapachicas, Abades, Telembíes, Pumas, etc.; pero que únicamente ampliamente fueron reseñados por el cronista Pedro Cieza de León las culturas Pastos y Quillacingas, por cuanto estas tenían una organización social, política, económica y religiosa que denotaba relevancia sobre los otros grupos. Aunque es difícil establecer una delimitación exacta de cada grupo, se cree que ambos habitaron la región andina de nuestro departamento.

Las mismas investigaciones arqueológicas, dejan abierta también la posibilidad de que los Pastos fueron en la zona más antiguos de lo que se pensó. Esta posibilidad encuentra pruebas contundentes, reafirmantes en la dispersión física y lingüística, en el avance de la técnica de la manufactura, en el acabado y la decoración de las diversas manifestaciones materiales.

Al contrario, en el caso de los Quillacingas, es bastante probable que este grupo llegó en las postrimerías del periodo precolombino (posiblemente siglos XIV y XV) de la costa del Pacífico hacia los Andes. Entonces, no logró imponer su cultura por haber llegado en un tiempo relativamente corto y por poseer manifestaciones lingüísticas y materiales indefinidos; esta situación de desventaja los llevó tal vez a beneficiarse de la estabilidad de los Pastos.

Tal como se mencionó más arriba, que tanto los Quillacingas como los Pastos habitaron la región andina nariñense, se cree que fueron vecinos porque alcanzaron las riveras de los ríos Guáitara, según el cronista Pedro Cieza de León (1535). Por otra parte, el presbítero Luis Alberto Coral bravo en su obra “Historia de Ipiales”, manifiesta que muchos han incurrido en el error de que los primeros pobladores de Ipiales eran los Quillacingas, argumentando que los Pasto hacían parte desde San Gabriel – Ecuador hacia el norte, comprendidas ambas orillas del río Guáitara hasta desembocar en el río Patía, comprendida la población de Yacuanquer hasta las goteras de la ciudad de Pasto.

Según estudios realizados por la doctora María Victoria Uribe sobre las prospecciones arqueológicas en esta región, nos da mucha luz, que de acuerdo a las características de la cerámica y los fundamentos de estudio sobre “La Historia natural y moral de los Indios” de los años 1540 – 1609 de José de Acosta, también los primitivos pobladores ribereños al alto y medio Guáitara forman parte de la cultura de los Pastos. No obstante, manifiesta la doctora Uribe que los asentamientos indígenas de los Pastos se remonta a los 700 años d.C. y que en sus costumbres religiosas “ni comían carne humana ni ofrecían sacrificios de hombres como lo hacían los Aztecas, y no por memoria algo que oliese a pecado nefando”, primero fueron los Proto-Pastos quienes dejaron piezas de cerámica de alta tecnificación, que para darle duración y consistencia a la arcilla la desgrasaron con conchas molidas, ceniza y otras sustancias.

Más sin embargo, Cieza de León nos relata (1535) que estas tribus no tenían oro, su cerámica y orfebrería había decaído por razones inexplicables, lo mismo confirma el cosmógrafo y cronista mayor de Indias, Juan López de Velasco (1574) que los indios Pastos se repartían en cuatro provincias, una de las cuales se llama la de los Pastos, Tierra Fría, es gente mal vestida y miserable.

Con respecto al análisis anterior, se piensa que la provincia de los Pastos a la presencia de los españoles, unos prefirieron huir o enterrarse con todas sus riquezas. Así lo muestra algunas exploraciones arqueológicas descubiertas en los últimos años.

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FUNDACIÓN DEL MUNICIPIO

El hombre es un ser eminentemente social, que por su naturaleza no puede existir ni obrar completamente aislado. Un vínculo de unión y actividades recíprocas, forman la primera sociedad natural que conforma una primera célula que es la familia.

En conjunto de diversas familias conforman la comunidad. Como ya se explicó más adelante (tiempos coloniales), Puerres estaba constituido en pequeños poblados o caseríos de indios contribuyentes, como los de Tescual y Canchala. Estos últimos tenían establecida su población en lo que hoy es la sección de El Llano, que se llamaba San Pedro de Canchala. Luego vino el padre Joaquín González de Posada, natural de Cali, quien se notificó de que ese lugar presentaba terrenos muy húmedos y pantanosos, fue causa fundamental para trasladar la población al lugar que hoy ocupa el perímetro urbano, que por supuesto contaba con terrenos más secos y también con numerosas corrientes de agua que hoy en día ya han desaparecido.

Dicho acontecimiento se llevó a efecto en 1825, es considerado como la verdadera fundación y el establecimiento definitivo de algunos colonos tardíos que empezaron a llegar de las diferentes poblaciones vecinas que, posteriormente, conformaron la provincia de Obando.

El nombre del municipio se debe al acontecimiento de fundación, llevado a efecto por el padre Joaquín González de Posada, quien siendo amigo del cacique Pablo Puerres, decidió que esta población tomara el nombre de “Puerres”.

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GUERRA DE LOS MIL DÍAS

En la historia de América y de Colombia, es triste contemplar sus páginas porque están marcadas por las guerras fraticidas y de combates infructuosos.

A fines de 1899 estalló la “Guerra de los Mil Días” o de los tres años en territorios santandereanos y en la costa Atlántica, y luego se extendió a todo el país, enfrentando cruentas batallas, como la de los Obispos, cerca de Gamarra; la de Bucaramanga, la de Parolonso cerca de Cúcuta y la batalla de Palo Negro y por qué no se ha de incluir en la historia nacional el combate del 20 de septiembre realizado en las goteras de la cabecera municipal de Puerres, que puso fin a esta sangrienta guerra, con la muerte del revolucionario Avelino Rosas.

El enfrentamiento de los ejércitos empieza el día 20 de septiembre a las cinco de la mañana. El general Rosas había comenzado la ofensiva (con 700 liberales), cubriendo los puntos estratégicos sobre el margen del río Tescual hasta San Juan, en donde estaba reforzado por las compañías de Simón Zarama, Floresmilo Suárez y Ramón Rosero.

Después de una intensa balacera, los rebeldes habían desalojado a los enemigos (9 a.m.) de los puntos Tescual y las líneas de atrincheramiento; más sin embargo, las fuerzas legítimas (tenían 3.900 gobernistas) formaban una muralla incontenible en las cercanías de la población de Puerres, que al enemigo le fue imposible vencer.

Aquí fue donde el general Rosas se lanzó al ataque abandonando su cabalgadura y con su fusil en mano emprendió la ofensiva, coronando una pequeña altura en el sitio del combate (seguramente entre La Laguna y Tescual) en donde una bala enemiga le atravesó el fémur, encima de la rodilla de la pierna izquierda, que no le permitió movilizarse. Ante esta situación, sus compañeros conscientes de la encarnizada lucha, desafiando el peligro, lograron alojar al general Rosas en la primera casa que encontraron.

Por otra parte, el flanco en el punto de San Juan, considerado sitio estratégico para ambos ejércitos, fue la más frontal lucha y ataque para ambas fuerzas, pero decisivo para las fuerzas de gobierno; que lograron vencer, no únicamente en este lugar, sino en los puentes de Huertas y La Laguna sobre el río Tescual.

Al respecto del triunfo, el general Gustavo Guerrero manifestó:

“Nuestro ataque de flanco contiene tendencias a tomarle la retaguardia, era de tal modo activo, que no quedaba ya en su línea, desde luego bien avanzados contra los nuestros de la extrema izquierda, sino que retroceden y huir buscando su salvación hasta donde fuera posible alcanzarla”.

El general Rosas, jefe supremo de los ejércitos liberales, fue tomado prisionero por los conservadores en la casa en donde estaba alojado después de ser herido. Lo llevaron a la población a espaldas de un indígena conocido con el apodo de “Juan Jarro”. En el camino, Rosas confesó al general Floresmilo Zarama que él tenía en su poder que era el jefe de la revolución. Zarama le dio un trato generoso y lo alojó en la casa de María Sánchez, lugar donde murió. El historiador y escritor presbítero José María Arteaga, párroco de Puerres, a la sazón de la contienda, manifiesta: “rosas murió como católico, lo mismo que su secretario José María Caicedo de Sapuyes”.

En cambio, el presbítero José Manuel Bravo con respecto a la muerte de Rosas, dice: “Me aproximé al aposento, penetré sus umbrales, miré a Rosas tendido en el lecho. Al verme me saludó cortés y atento. Esto bastó para borrar en mí las ideas preconcebidas”. Desde este instante, el cura tomó confianza, Rosas le solicitó confesión y que le visite con frecuencia, porque pensaba que no iba a morir. Luego, entraron en conversación particular, pidió un vaso de agua, una almohada, se arrepintió de los errores del liberalismo y de la secta masónica. Murió como un cristiano invocando en su voz a: “Jesús, María y José, en tus manos encomiendo mi espíritu”. En su protesta les dijo: “Adiós... renuncio ser vuestro compañero del error: soy ya de los que militan bajo el estandarte de la Cruz”.

La Guerra de los Mil Días terminó en Puerres con la muerte del General Avelino Rosas. Este acontecimiento fue uno de los provocados por las clases dominantes, por la disputa del poder y por defender asuntos celestiales en la medida en que no estaba de acuerdo sobre cuestiones de este mundo, sobre la apropiación de la tierra y sobre ciertos mecanismos de poder. En esta guerra fratricida también estuvo en juego las relaciones entre iglesia y Estado, los bienes de la iglesia, ciertas fuentes fiscales y el sistema de educación.

El desastre hasta fines del siglo XIX y comienzos del presente siglo, se desarrolló entre pugnas de poder entre los partidarios del Statu-quo (conservadores) y los que querían una adaptación social acorde con el capitalismo mundial (liberales). En esas circunstancias, Puerres fue escenario de la guerra de los Mil Días, dejando ciento de muertos, viudas, niños huérfanos, sembró el terror, el hambre, la miseria, la desolación y la pugna entre hermanos.

AVELINO ROSAS, EL TEMIBLE OLVIDADO

Tomado de: Revista credencial historia, (Bogota - Colombia) Edición 218 - Febrero de 2008

PorLeonidas Arango Loboguerrero.

Periodista, Instituto Internacional de Periodismo Werner Lamberz, Berlín. Autor de temas históricos sobre la Farmacia. Miembro Activo de la Sociedad Colombiana de Historia de la Medicina.

CIENTO SEIS AÑOS después de su muerte, sobre la memoria del general Avelino Rosas permanece una nube de olvido tendida por quienes le temieron o le odiaron: los conservadores que fueron el blanco principal de su acción; los jerarcas de la Iglesia que arrojaron contra él turbas fanatizadas; sus copartidarios liberales repetidamente frustrados en conspiraciones de salón; los militares celosos de su pericia y de los laureles que cosechó en el exterior.

Cincuenta y cuatro años después de haber sido acribillado fuera de combate en la Guerra de los Mil Días, el Estado colombiano cerró toda posibilidad de pagar una pensión a sus herederos, a pesar de la ley expedida por el Congreso de 1935 “por la cual se honra la memoria del General Avelino Rosas”. El mayor talento militar nacido en Colombia durante la era republicana tampoco tiene una biografía.

Avelino Rosas Córdoba nació en Dolores, hoy Rosas, cerca de Popayán, el 15 de abril de 1856. Alguien afirmó que, siendo muy joven, participó en Lima en el golpe de cuartel que culminó con el asesinato del presidente peruano José Balta en 1872; otros dijeron que tres años después estaba en Quito junto a los conspiradores que ultimaron al sanguinario teócrata Gabriel García Moreno. Todo esto forma parte del mito que acompaña a personajes cuya intrepidez deja marcas en la memoria colectiva.

En el Cauca del siglo xix, tierra de caudillos, era fácil tomar las armas como vocación: al estallar la rebelión conservadora de 1876, Rosas se alistó como soldado raso en el ejército caucano que defendía al gobierno radical de Aquileo Parra. Bajo el mando de Julián Trujillo tomó parte en el combate de Los Chancos el 31 de agosto, donde las fuerzas conservadoras de Antioquia sufrieron una sangrienta derrota. Siguió en persecución de los rebeldes y en abril de 1877 participó en la toma del bastión conservador de Manizales. Firmada la paz, allí mismo contrajo matrimonio con Teresa Patiño.

Se dedicó al comercio sin marginarse de los enfrentamientos entre los liberales del Estado del Cauca: a comienzos de 1879 se alineó como sargento mayor en la Guardia Colombiana , cuerpo dependiente del Ejecutivo Central, y con ella se sublevó bajo el mando de Eliseo Payán para derrotar en abril al presidente del Estado, Modesto Garcés. Ascendido a teniente coronel, Rosas fue elegido al Congreso seccional. Montó un negocio fotográfico en Cali y emprendió largas exploraciones por la Cordillera Central en busca de nuevas rutas hacia el Tolima.

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